Según el historiador del arte e hispanista Jonathan Brown "pocos se atreverían a poner en duda que es el museo más importante del mundo en pintura europea".
Por crónicas limitaciones de espacio, el museo exhibía una selección de obras de máxima calidad (unas 900), por lo que era definido como "la mayor concentración de obras maestras por metro cuadrado".
Con la ampliación de Rafael Moneo se amplió en un 50% el número de obras, concretamente unas 450 obras más.
El inventario de bienes artísticos comprende, a febrero de 2017, más de 35000 objetos, desglosados en 8045 pinturas, 10219 dibujos, 6159 grabados y 34 matrices de estampación, 971 esculturas, 1189 piezas de artes decorativas, 38 armas y armaduras, 2155 medallas y moneas, 5306 fotografías, 4 libros y 155 mapas.
Sagrada Familia del Cordero
Una de las obras destacadas del renacimiento en el Museo del Prado. La composición muestra a la Virgen tratando de impedir que su hijo abrace al cordero.
Esta obra tienen un doble sentido. Uno de esos dos sentidos es el sacrificio de Cristo, a quien alude el cordero, pese al gesto de la Virgen que se muestra reacia a aceptarlo.
Rafael le dio el segundo significado que fue mostrar a la Virgen ayudando a su hijo a abrazar al cordero ante la mirada, atenta y reflexiva de San José quien participa del significado premonitorio de la acción.
La comunicación entre los personajes viene subrayada mediante la disposición de los cuerpos y la dirección de las miradas.
Además de Rafael, uno de los autores más destacados del Renacimiento, también se reúnen una gran cantidad de obras de El Greco, concretamente 42 obras.
La Anunciación
Esta pintura se considera una de las últimas versiones realizadas en Italia, a la vez que denota una gran influencia de la pintura veneciana.
La Virgen, a la izquierda en el reclinatorio, recibe atenta la visita del arcángel, figura que recuerda por su impronta al Veronés.
La luz y el color muestran la admiración del pintor por el cromatismo de las obras de Tiziano, mientras que en el estudio y el tratamiento de los ropajes está patente la huella de Tintoretto.
El autor, en esta obra, se vale de un escenario arquitectónico sencillo, que enmarca a los personajes con soltura, en un intento de dar veracidad a la escena representada.